En mis más de 30 años de carrera, he escuchado a muchos empleados corporativos “soñar” con el emprendimiento propio y a muchos emprendedores “soñar” con las bondades y certezas de un empleo formal. Y es que el césped, se sabe, siempre se ve más verde en el jardín del vecino.
La disyuntiva, no obstante, es real y legítima, y se profundiza en el momento de una desvinculación. ¿Qué hacer ante la eventualidad de no contar ya con el empleo que tuvimos durante muchos años? ¿Emprender un proyecto de forma independiente o buscar un nuevo espacio como empleado de otra corporación? No hay, lamentablemente, una sola respuesta para esta pregunta. Pero sí hay cosas muy importantes a tener en cuenta.
En primer lugar, los datos: un 16% de las personas que participaron de nuestros de nuestros programas de Outplacement durante el primer semestre de 2018 optaron por el camino del emprendimiento propio.
En todos esos casos, nuestros consultores de negocios los guiaron muy cuidadosamente, no sólo para ayudarlos a entender el cambio de paradigmas que esta nueva dinámica implicaría para sus vidas, sino también para evaluar con ellos la factibilidad de sus proyectos a través de Planes de Negocios.
Y es que cuando se trata de emprender, los datos duros son mucho más importantes que las corazonadas. Hay que dejar de lado los impulsos y escuchar tanto al corazón como a la razón: seguir los deseos, sí, con entusiasmo, pero hacer también una seria evaluación del mercado, de las posibilidades reales de desarrollo, preguntarse si se cuenta con las competencias personales y la experiencia necesaria, y medir las posibilidades concretas que existen de lograr los objetivos buscados.
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